Las infraestructuras resilientes, pilares para el bienestar de las comunidades ante la crisis climática
¿Es posible transformar nuestras ciudades en espacios más seguros para las comunidades frente al cambio climático? Mozambique nos ha demostrado que las infraestructuras resilientes pueden marcar la diferencia.En noviembre de 2024, las lluvias torrenciales y las inundaciones que tuvieron lugar en Valencia provocadas por una DANA originaron una de las peores catástrofes en España desde los años 60.
¿Cómo podemos transformar nuestras ciudades en espacios más seguros y equitativos frente al cambio climático? Fenómenos de esta magnitud están en aumento, pero Mozambique nos ha demostrado que invertir en infraestructuras resilientes puede marcar la diferencia. Su importancia va más allá de reducir daños materiales; es una herramienta clave para combatir desigualdades sociales, garantizar que cada comunidad tenga las mismas oportunidades de resistir y prosperar frente a las adversidades climáticas.
¿Qué voy a leer en este artículo?
¿Qué son las infraestructuras resilientes?
Aunque la infraestructura siempre se ha diseñado para ser duradera, las condiciones climáticas cambiantes han hecho que los estándares tradicionales sean insuficientes. En 2023, alrededor de 400 peligros naturales provocaron alrededor de 87.000 muertes y pérdidas económicas por un valor de 202.700 millones de dólares. No se trata solo de mantener edificios y carreteras, sino también de garantizar que estas infraestructuras contribuyan a la seguridad, el bienestar y la prosperidad de las comunidades.
Las infraestructuras resilientes son sistemas diseñados para resistir, adaptarse y recuperarse frente a los desafíos derivados del cambio climático. Su objetivo principal es garantizar la funcionalidad continua de las comunidades, incluso ante eventos extremos como inundaciones u olas de calor.
“Las infraestructuras resilientes son sistemas diseñados para resistir, adaptarse y recuperarse frente a los desafíos derivados del cambio climático.”
Estas infraestructuras destacan por su flexibilidad, lo que les permite adaptarse a nuevas condiciones; por su sostenibilidad, al reducir el impacto ambiental; y por su capacidad estratégica para mantener los servicios esenciales en funcionamiento. Un claro ejemplo son los techos verdes, que contribuyen a gestionar aguas pluviales y reducir el calor en entornos urbanos. O los pavimentos permeables, diseñados para permitir que el agua se filtre a través de su superficie y se absorba en el suelo subyacente.
Invertir en infraestructura resiliente no solo reduce significativamente el costo de los daños, sino que también promueve la equidad social. Según el Banco Mundial, cada dólar invertido en resiliencia climática genera hasta cuatro dólares en beneficios económicos, al evitar reparaciones y pérdidas a largo plazo. Estos beneficios se extienden especialmente a las comunidades más vulnerables, donde las infraestructuras deterioradas amplifican los impactos negativos de los desastres climáticos.
Mozambique demuestra que las infraestructuras resilientes también construyen justicia
Mozambique es un ejemplo clave de cómo las infraestructuras resilientes pueden no solo salvar vidas, sino también ayudar a corregir desigualdades estructurales arraigadas. Tras sufrir el impacto devastador de los ciclones Idai y Kenneth en 2019, Mozambique enfrentó una crisis humanitaria sin precedentes. Ambas tormentas dejaron a su paso más de 600 muertos, cientos de miles de desplazados, y una infraestructura en ruinas que amplificó la vulnerabilidad de la población.
Ciudades como Beira, una de las más afectadas, quedaron sumergidas bajo el agua debido al fallo de drenajes y diques que no pudieron contener las intensas lluvias y marejadas ciclónicas. Algunas zonas rurales, por otro lado, vieron desaparecer caminos, sistemas de suministro de agua, escuelas y centros de salud, lo que dejó a las comunidades aisladas y sin recursos básicos.
Sin embargo, en lugar de limitarse a reconstruir lo destruido, el país ha apostado por infraestructuras resilientes que no solo fortalezcan su capacidad para resistir futuros desastres, sino que impulsen la justicia ambiental y social.
Entre los proyectos más destacados se encuentra la construcción de un sistema moderno de drenaje pluvial en Beira. Este sistema incluye canales más anchos y profundos que pueden manejar un volumen significativamente mayor de agua y reducir el riesgo de inundaciones durante lluvias intensas. Paralelamente, se han restaurado manglares alrededor de la ciudad, un ejemplo de infraestructura natural que brinda beneficios dobles al actuar como barrera contra marejadas ciclónicas y ayudar a absorber dióxido de carbono, lo que mitiga el cambio climático. Además, Beira pasó a contar con alumbrado público alimentado por energía solar, que durante un tiempo fue la única fuente de iluminación de la ciudad.
En áreas rurales, Mozambique ha priorizado caminos de bajo costo y alta durabilidad, diseñados para soportar lluvias torrenciales y facilitar el acceso de las comunidades a mercados y servicios esenciales. Estos caminos conectan incluso las zonas más aisladas y promueven la equidad social al integrar a poblaciones menos favorecidas en las cadenas económicas y sociales.
También se han implementado medidas como la reconstrucción de escuelas y hospitales con estructuras resistentes a ciclones. Para estos edificios, el diseño incluye techos reforzados y materiales más duraderos. Se asegura así que no solo sobrevivan a futuras tormentas, sino que también puedan funcionar como refugios de emergencia durante los desastres.
La experiencia de Mozambique muestra que las infraestructuras resilientes no son solo una inversión en la supervivencia frente al cambio climático, sino también un camino hacia la justicia ambiental y social.
Fuentes: