La historia a la luz del cambio climático
¿Qué cambia en una sociedad cuando se altera su clima? ¿Qué efectos tiene en sus estructuras y en su pensamiento una transformación de las condiciones climatológicas?Entre 1570 y 1700, las temperaturas en toda Europa cayeron una media de 2 grados, aproximadamente los mismos que podría aumentar la temperatura de nuestro planeta en la actualidad a causa del calentamiento global según las predicciones científicas. A este periodo se le ha bautizado como la Pequeña Edad de Hielo.
El cambio climático sufrido en esa época, cuyas causas naturales siguen siendo un enigma, provocó fenómenos extremos con larguísimos y crudos inviernos, veranos lluviosos y granizadas primaverales que arruinaron cosechas, acarrearon hambrunas y suscitaron el desplazamiento masivo del campo a la ciudad.
En ese periodo, aparecieron supersticiones milenaristas y proliferaron los agoreros del fin del mundo como castigo divino, movimientos que despertaron el recelo de las élites más instruidas.
Y es que las perturbaciones del siglo XVII también abrieron nuevos horizontes intelectuales, pusieron a razonar a pensadores, científicos y nuevos predicadores de la modernidad que decidieron observar la naturaleza y darle un nuevo lugar en el pensamiento. O lo que es lo mismo, de ese frío que congeló a Europa nació la Ilustración.
Esta es la tesis que plantea el historiador Phillipp Blom en su libro “El motín de la naturaleza”, un interesante experimento de lo que puede sucederle a la sociedad cuando sus condiciones de referencia dependen, en última instancia, del clima y que nos sirve para reflexionar sobre cómo influye el cambio climático en la historia de la humanidad.
El cambio climático, una nueva manera de mirar la historia
El clima no ha sido uno de los factores más relevantes para analizar los acontecimientos históricos, tal vez porque no existían herramientas para hacerlo, o sencillamente, porque el cambio climático ha pasado desapercibido. La Armada Invencible, el orgullo del imperio español en el siglo XVI, por ejemplo, cayó en 1588 a causa de las malas decisiones de sus almirantes, pero fue una tormenta ártica impropia y absolutamente inesperada para esa época del año la que remató el desastre. Este dato ya lo sabíamos, pero ahora releemos el episodio añadiendo el cambio climático de la época como factor determinante.
Lo mismo sucede con los famosos paisajes helados de los pintores flamencos que surgieron como género pictórico en ese período de la historia. Durante el siglo XVII un pequeño ejército de artistas neerlandeses como Rembrandt pintó ríos helados, árboles y casas cubiertas de nieve, escenas carentes de preocupación en las que se intuye cómo el frío se había convertido en un elemento cotidiano en esos años. No es solo porque quisieran retratar el invierno, sino que en esa época ocupaba períodos mucho más largos del año y recogieron la realidad climática de su tiempo. Podríamos elegir multitud de hitos del pasado y pasarlos por el tamiz del clima para comprenderlos mejor. Por eso, no es tanto que no supiéramos qué clima caracterizó muchos momentos históricos sino que, inmersos en la crisis climática, puede que ahora nos importe más que antes.
La adaptación al cambio climático como atributo de la humanidad
El período de cambio climático al que nos traslada el ensayo de Phillipp Blom no es comparable con el que vive actualmente nuestro planeta. La temperatura corre el peligro de alcanzar dos grados por encima de la media, y las causas de la crisis climática que padecemos no son naturales, sino provocadas por el ser humano. Pero hay un postulado en su tesis que llama al optimismo.
Durante la Pequeña Edad de Hielo se produjo un cambio estructural en las ciudades que generó sociedades mucho más complejas y en las que una actividad intelectual disidente, originada quizá a partir de pensadores como Spinoza, fue el germen de muchos de los logros en derechos humanos que hoy caracterizan nuestra cultura.
Además, muchas propuestas para luchar contra la crisis climática se debieron a estudiosos que hoy llamaríamos botánicos o ingenieros agrónomos, se probaron nuevas técnicas de cultivo apoyándose en estudios y observaciones, el comercio internacional movió los cereales a lugares donde las cosechas se habían arruinado…
El cambio enlazó con el progreso. Un paralelismo optimista con nuestro tiempo respecto a las lecciones que puede proporcionarnos el cambio climático hoy, más allá del negacionismo y el oscurantismo. La humanidad es una especie que responde con mucha elasticidad a los cambios que se le avienen. Las pruebas científicas sobre los efectos del cambio climático están sobre la mesa, pero aún hay mucho que podemos hacer para adaptarnos y mitigar las consecuencias de nuestra propia emergencia climática.
Fuente: La Cultureta, El Confidencial, New York Times