Estamos respirando aire más limpio gracias a la disminución de los combustibles fósiles

La transición energética ya está salvando más de 200.000 vidas al año gracias a la disminución del uso del carbón y los contaminantes en el aire. Un estudio así lo confirma.
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A medida que la crisis climática se intensifica, la reducción del uso de combustibles fósiles se ha convertido en una prioridad mundial. Pero aparte de los evidentes y contrastados beneficios ambientales, generan también un impacto directo y medible en las personas.

La disminución en la utilización de estos recursos y el aumento de las energías renovables resulta en una mejora significativa de la salud humana. ¿La razón que hoy sacamos a colación? La reducción de la presencia de partículas contaminantes en el aire. Los datos nos hablan de que ya son 200.000 las muertes que se evitan anualmente.

¿Qué voy a leer en este artículo?

 

Menos carbón, menos contaminantes en el aire y más salud para las personas

Los combustibles fósiles -carbón, petróleo y gas natural- liberan algo más que gases de efecto invernadero cuando se queman. También emiten partículas contaminantes al aire responsables cada año de millones de muertes en el planeta. Por suerte la reducción en la quema de estos combustibles, especialmente del carbón, está salvando cientos de vidas.

Una investigación reciente, llevada a cabo por The Lancet Countdown, señala que entre 2005 y 2020, las muertes anuales atribuibles a las partículas vinculadas a los combustibles fósiles pasaron de 1.437.000 a 1.212.000, es decir, se redujeron un 15,7 %.

El informe explica que esta disminución se debe principalmente a una presencia menor de contaminantes en el aire relacionados con la quema del carbón. En concreto, se refieren a las partículas PM2.5. Estas partículas son extremadamente pequeñas, con un diámetro de menos de 2.5 micras, lo que las hace especialmente peligrosas para la salud humana. Debido a su tamaño, pueden ser inhaladas fácilmente y llegar a los pulmones, causando una variedad de problemas de salud, desde enfermedades respiratorias hasta enfermedades cardíacas.

 

“Las muertes anuales atribuibles a las partículas vinculadas a los combustibles fósiles pasaron de 1.437.000 a 1.212.000, es decir, se redujeron un 15,7 %”.

 

Según el informe, el 80 % de la disminución en las muertes relacionadas con la exposición a las partículas PM2.5 se debe a la reducción en el uso del carbón. En otras palabras, al quemar menos carbón, producimos menos partículas PM2.5, lo que a su vez lleva a menos problemas de salud y muertes asociadas a estas partículas.

 

Morir de calor, o cómo evitar los peores efectos del cambio climático sobre la salud de las personas

El calentamiento global representa una amenaza considerable para la salud humana y sus consecuencias van más allá de los problemas derivados de la polución del aire.

Las olas de calor provocan ya 489.000 muertes al año, pero pueden multiplicarse casi por 5 si no se reducen las emisiones de gases que están provocando el cambio climático.

De hecho, aunque lográsemos cumplir con el Acuerdo de París y limitar el aumento de las temperaturas a 2º C por encima de los niveles preindustriales, se prevé que las muertes relacionadas con el calor aumenten en un 370 % (respecto a los años 1995-2004), según el informe de The Lancet Countdown.

Las cifras que manejamos hoy ya nos hablan del aumento de la mortalidad relacionada con el calor en las personas más vulnerables, las personas de la tercera edad. Las muertes relacionadas con las altas temperaturas fueron un 85 % mayores entre la población de más edad que en el periodo comprendido entre 2013 y 2022 que en el periodo 1991 y 2000.

Los expertos alertan que es imperativo que tomemos medidas inmediatas para asegurar que los riesgos para la salud derivados del cambio climático no excedan la capacidad de nuestros sistemas de salud para protegernos.

Como nota positiva, destacan que el 95 % de las contribuciones determinadas a nivel nacional, actualizadas en base al Acuerdo de París, ya incluyen referencias a la salud, lo cual es un avance significativo en la integración de la salud pública en las políticas climáticas.

 

La transición energética protege el planeta y la salud de las personas

Por supuesto, las energías renovables son el mejor aliado a la hora de proteger la salud de las personas. En este sentido, el descenso en el uso de los combustibles fósiles va acompañado de dos beneficios principales. El primero de ellos es la disminución de contaminantes en el aire y de las emisiones de gases de efecto invernadero. Y la segunda es el incremento en el mundo de la implantación de las renovables.

Según datos de la Agencia Internacional de Energía (IEA), cerca del 29 % de la electricidad proviene actualmente de fuentes de energía renovables.

Y las perspectivas son positivas. La inversión global en energía renovable alcanzó un récord de 358.000 millones de dólares (328.000 millones de euros) durante la primera mitad de 2023, un incremento del 22 % respecto al mismo período del año anterior.

Conoceremos el futuro más próximo del sector energético en la COP28 de Dubái que comienza a finales de este mes. ¿Se pondrán sobre la mesa acuerdos más ambiciosos para la eliminación progresiva de los combustibles fósiles? Por ahora, la realidad es que solo el 4 % de los planes incluyen referencias a la eliminación de subsidios o ayudas públicas para el gas, el carbón o el petróleo.

La transición hacia una economía baja en carbono no solo es vital para nuestro planeta, sino también para nuestra salud.

 

 

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